jueves, 12 de abril de 2012

Colonialidad y Discriminación en el Mundo Académico de las Ciencias Sociales: Un Análisis Interseccional


1.      Introducción

Las distintas formas de discriminación que aquejan al mundo en general y entre Norte y Sur en particular, bajo el paraguas de la colonialidad del poder parecen estar presentes en todos los ámbitos de las relaciones humanas donde se establecen jerarquías en base a la percepción individual que se tiene del “otro” o de la “otra” como diferente, pero además como inferior. En tal sentido, Katrin Kasischke (2008:1) señala que “Todas las sociedades humanas establecen separaciones y jerarquías sobre la base de ciertas categorías. Las categorías de sexo y edad son universales y, en este sentido, primarias. La teoría social plantea varios argumentos acerca de la “racionalidad” de los sistemas de diferenciación social y Anderson (1996:89) propone tres criterios de diferenciación: el género, la raza y la etnicidad”. Si bien estoy de acuerdo con la existencia de estos criterios de diferenciación, se pueden añadir otros como la clase, la nacionalidad, la posesión de capital cultural, el grado académico y la pertenencia a redes de relación, por ejemplo del ámbito geográfico de realización de estudios respecto a su pertenencia al Norte o al Sur[1].

A pesar de que “La prohibición de la discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, origen nacional o social, propiedad, nacimiento u otra condición está contenida en todos los tratados de derechos humanos de la ONU” (ACNUR, 2009: 6), éste precepto parece ser un “saludo a la bandera” a la hora de observar el tipo de relaciones humanas desiguales imperantes en un mundo en el que la posesión de ciertos atributos, formación educativa y capital cultural de unos/as tienen más valor simbólico que de otros/as de acuerdo al modelo instituido hegemónicamente como indica Gil Hernández (2010:3) “El efecto acumulativo también puede darse de manera positiva. Cuando se contrarrestan atributos negativos con capitales culturales y económicos. Es decir, algunos sujetos  por ejemplo, tienen más recursos para no ser discriminados o para tomar medidas en contra de la discriminación: un capital cultural alto, una determinada posición de clase o una identidad de género masculina, estar vinculado o no a redes o movimientos políticos”.

Precisamente, uno de los espacios en los que se manifiesta con más fuerza la colonialidad del poder entre otros, es la producción del conocimiento intelectual, pero no solamente en lo que se refiere a la valoración de los saberes locales frente al saber hegemónico occidental sino dentro del mismo modelo hegemónico de conocimiento occidental perteneciente a la formación académica, por un lado producido en el Norte y por el otro, producido en el Sur.

En tal perspectiva, este trabajo pretende reflexionar sobre aquellas actitudes de discriminación y colonialidad presentes en los círculos de producción académica en ciencias sociales, en los que los/las intelectuales se relacionan jerárquicamente de acuerdo a su posición en ventaja o desventaja según las categorías nombradas, que los/las legitiman en posiciones de poder.

2.      La interseccionalidad como instrumento de análisis

Las diferentes categorías que establecen jerarquías entre las personas hacen que “(…) la gente viva identidades múltiples, formadas por varias capas, que se derivan de las relaciones sociales, la historia y la operación de las estructuras de poder. Las personas pertenecen a más de una comunidad a la vez y pueden experimentar opresiones y privilegios de manera simultánea” (Crenshaw, 2002:2). En este marco, “El análisis interseccional tiene como objetivo revelar las variadas identidades, exponer los diferentes tipos de discriminación y desventaja que se dan como consecuencia de la combinación de identidades” (Ibid.).

Como se señala líneas arriba, el presente trabajo pretende exponer cómo se superponen o cruzan las categorías de género, nacionalidad, edad, grado académico y pertenencia a redes, en el quehacer académico cotidiano, vale decir: producción académica escrita, realización de seminarios, defensas de tesis, evaluaciones y acceso a puestos de trabajo.

Los datos en los que se ha basado este análisis corresponden a experiencia propia, observación y conocimiento de hechos que atañen a la problemática de interés.
3.      El valor de algo según quién lo dice, cuando y desde dónde lo dice

Aunque la mayoría de los/las intelectuales de ciencias sociales nos consideramos como luchadores/as por la defensa de los derechos de otros grupos humanos que sufren vulnerabilidad, no por ello estamos al margen de entablar relaciones entre pares muchas veces desiguales y que conllevan discriminaciones, la mayor parte de ellas, encubiertas. En este sentido, Tomei (2003:442) señala que “La discriminación puede ser directa o indirecta. Es directa cuando hay normas y prácticas que, de manera expresa, excluyen o dan preferencia a determinadas personas sólo porque pertenecen a tal o cual colectivo”.

En 2008 me invitaron a participar, por méritos pero también en forma inesperada, de un seminario (máximo de 12 personas) de antropología donde estarían algunas intelectuales consideradas “vacas sagradas”, organizado por un antropólogo anglosajón (varón) del Norte muy conocido, que se realizó en Londres. En dicho evento también participaban puras cientistas sociales mujeres tanto del Norte como del Sur, lo que, para empezar denotaba la predominancia del intelectual varón por haber organizado el evento, pero por número, la predominancia académica femenina que no dejaba de llamar la atención.

Entre las del Norte la mayoría eran inglesas, una escocesa y una alemana; y entre las del Sur el grupo mayoritario era de mujeres mexicanas, una peruana y dos bolivianas (una de ellas, yo). Desde el principio se notaba que las mexicanas eran el grupo dominante, quienes, en otras palabras “se mandaban la parte”, el antropólogo inglés se dejaba llevar por ellas y el resto nos adecuábamos a lo ya instituido.

Cada quien iba exponiendo su tema, sin embargo algo que me llamó la atención fue que siendo un ámbito académico (una universidad) es que casi nadie exponía la perspectiva teórica desde la cual estaba abordando su estudio, más parecía tratarse de definirse en una determinada posición política de “compromiso” con sus grupos sociales de estudio. Al respecto, Alison Spedding (2006:189) claramente señala que “La mayoría de aquellos investigadores que escriben en la lengua imperial aseveran estar a favor de las masas oprimidas, las etnias discriminadas y los habitantes pobres del Sur, quienes, paradójicamente, jamás podrán leer esos textos que abogan por su liberación”.

Un primer hecho que pude observar fue que, cuando expuso el antropólogo, las mexicanas y algunas inglesas, se les prestaba toda la atención pero cuando, por ejemplo expuso la escocesa (que obviamente no se la valora como a una inglesa), quien además era muy joven, las mexicanas salían y entraban del recinto con una total falta de respeto y como si no fuera importante lo que estaba diciendo. Aquí claramente se puede definir una discriminación por nacionalidad y por edad.

Un segundo acontecimiento que, esta vez, me ocurrió a mí fue que en la ponencia que presenté, concluía que la identidad era muy movible y sobre todo era simbólica porque cuando los/las indígenas migraban del campo a la ciudad terminaban occidentalizándose[2] y, de cierta forma, negando su origen indígena. Esta posición fue muy apreciada por la antropóloga inglesa Olivia Harris que ya falleció, quien me dijo que había “hilado fino”, sin embargo el antropólogo inglés me miró con ojos de incredulidad y me preguntó en tono de sorna y como si yo estuviera afirmando una barbaridad: “O sea que estás diciendo que Evo ya no es indígena????” siendo que él mismo indica lo siguiente en uno de sus textos, curiosamente el mismo año que se efectuó el seminario: “Evo en su vida personal y propios comentarios se conforma mucho más a un modelo convencional de masculinidad metropolitana que al más predominante en las comunidades indias rurales de las que es originario y donde recibió la mayor parte del apoyo. O sea que aun si la blancura hegemónica ha sido derrocada, la masculinidad mestizo-criolla parece haber no sólo permanecido sin cuestionamiento, sino aun encarnada por el presidente.” (Canessa, 2008:89) o cuando hace la siguiente afirmación: “En pocas palabras, desde la perspectiva de muchos indígenas, Evo, con sus numerosas amantes e hijos ilegítimos, se comporta como un mestizo” (Ibid.: 98). A decir del mismo autor, la razón de aspirar a esta “blancura” parece ir más allá de asuntos de raza y ascenso social, “se trata también de la forma en que se construye y expresa el deseo” (Ibid.: 80).

Al reflexionar sobre este comportamiento sólo puedo imaginar que se trata de una actitud de sorpresa que una “poco conocida” socióloga como yo y además boliviana[3] sustente algo así y sea crítica con el discurso político ideológico del “proceso de cambio” y con lo que sucede en la realidad boliviana. En esta perspectiva se trataría de una discriminación por pertenencia a redes, por posición política y por nacionalidad que, en última instancia tienen que ver con el acceso al poder y con la colonialidad. Al respecto se señala que “El centro del poder en la teoría de la interseccionalidad puede estar conectado a mecanismos de exclusión e inclusión en la noción Focaultiana del poder” (McCall, 2005; Lykke, 2005. En: Knudsen, 2007: 67. Traducción propia).

Por su parte, las mexicanas, en quienes se notaba que existía una gran admiración por el “proceso de cambio” que está viviendo Bolivia a partir del arribo de Evo Morales a la presidencia, reaccionaron, poco más, que espantadas de mis afirmaciones. En ese momento hicieron críticas bastante subjetivas para mi gusto, pero eso no fue nada en relación a lo que ocurrió esa noche en un espacio de recreación informal. Estábamos reunidos/as la mayoría de los/las participantes del seminario tomando unos tragos, cuando una de las mexicanas me pregunta quién soy yo y cuál es mi grado académico, yo le cuento que estaba terminando la maestría, entonces empieza a reírse y me agrede directamente y me dice: “Con razón…, lo que dijiste, viene de una maestrante, sólo eres una maestrante (todos/as ellas eran doctoras/es o doctorantes)” y siguió atacándome sin ningún fundamento académico sino con mucha agresividad, como si yo le hubiera molestado en forma personal. Ahí yo me puse seria y le dije que respete mi análisis y mi derecho a pensar diferente si se basaba en una observación exhaustiva y de muchos años, y que ni ella ni nadie me obligarían a pensar como ella o a tomar una posición equivocada, ante todo académica y no política. El resto de las “intelectuales” mexicanas, en apoyo a la agresora decidieron hacerme a un lado.

Esta actitud me sorprendió y me indignó, por ello la relato aquí ya que se trata de una discriminación intragenérica, por grado académico, por redes de pertenencia y también por nacionalidad, de una mexicana (Norte) a una boliviana (Sur), es decir dentro del mismo contexto latinoamericano, en el que existe predominancia de algunos países que también caen en actitudes colonialistas frente a los países considerados “atrasados” desde el punto de vista capitalista y de la modernidad (que atañe también a la Academia) como Bolivia y por ende a sus intelectuales[4], cumpliéndose así la irremediable discriminación de Norte a Sur por más lazos latinoamericanistas existentes. En esta perspectiva se cumple que “Si bien es cierto que todas las mujeres están, en cierto modo, sujetas a las cargas de la discriminación de género, también es cierto que otros factores relacionados con las identidades sociales de las mujeres como la clase, casta, raza, color, etnia, religión, origen nacional y orientación sexual son “diferencias que marcan la diferencia” en la manera en que los diversos grupos de mujeres experimentan la discriminación” (La Barbera, 2010: 65).

Por último, terminaron sacándome de dicho grupo de supuesta reflexión “teórica” puesto que al año siguiente se llevaría otro encuentro en México, pero como yo “no me encontraba a su altura” y había dicho “cosas inconvenientes políticamente” ya no me invitaron.

Otro hecho de discriminación sufrida por mi persona cuando defendí mi tesis de licenciatura tuvo que ver con una docente inglesa que fue mi tribunal y que es muy conocida en el espacio boliviano de ciencias sociales. Quiero resaltar que de ninguna manera me refiero a las críticas académicas bien sustentadas sino a la falta de respeto y al maltrato con los que se trata al “otro/otra”. Cuando terminé la defensa y ya recibí la nota de aprobación y demás asuntos oficiales, se me acerca esta docente y me dice en una actitud incrédula y con malicia: “Seguro que para hacer el trabajo de campo te has debido colar (arrimar) a una ONG porque por sí solos (los/las estudiantes) no consiguen sacar datos…, eso siempre hacen, si no, no conseguirían información”. Le atribuyo este comentario a que, puesto que el tema de mi tesis era un tema indígena bastante conocido: la “Historia de los Amawt´as celebrantes del Solsticio en Tiwanaku”, le causaba sorpresa cómo yo, una mestiza boliviana y además sola había podido acceder a esa información y entablar lazos con aquellos comunarios tan famosos por la celebración del evento. Supongo que en el imaginario simbólico tanto de colonizadores/as como colonizados/as predomina el o la gringa del Norte que accede a datos respaldado/a por sus respectivas redes académicas y la incapacidad del/la estudiante local para una óptima investigación.

No contenta con eso, como yo defendí la tesis encontrándome en una mediana edad y no siendo una jovencita, me dice: “Más vale sacar el título antes que te den tu Bono Sol[5]”.

Es decir, que a la discriminación colonial de la “gringa” que viene a enseñar a los/las “pobres bolivianitos/as”, se suma la de la edad, además de esa falta de sororidad de género existente entre una mujer blanca del Norte con una mestiza del Sur, (posiblemente esta situación hubiera sido otra si en vez de una mestiza se trataba de una indígena aunque esto es especulable). 

Por su parte, dicha docente cuenta su propia experiencia de discriminación en el ámbito académico paceño: “Lejos de los circuitos académicos universitarios e internacionales, en las conferencias sobre temas de “cosmovisión andina” y similares que se organizan con cierta frecuencia en La Paz, hay una tendencia a rechazar las críticas si éstas vienen de personas que no han nacido en Bolivia ni evidencian rasgos “amerindios” en sus caras” (Spedding, 2006: 190). Esto demuestra que de acuerdo a la situación en la que se encuentra cada persona puede ser el “yo” poseedor de poder y al mismo tiempo ser el “otro” discriminado, identidad que se transforma de acuerdo al tiempo y al espacio, sin embargo parece predominar con bastante mayor intensidad y fuerza la exclusión que se ejerce de Norte a Sur desde una lógica colonialista.

Otra situación a destacar es que los/las investigadoras del Norte hacen poca o ninguna referencia a trabajos escritos por los/las investigadoras del Sur como afirma la propia Alison Spedding (2006:189) que incluso le sucede a ella por haberse desligado de los círculos academicistas del Norte: “(…) el Nortecentrismo subyacente, incluso en la ubicación de sus enunciadores reconocidos (…), lo que no encuentro es una referencia a quienes como yo han dado la espalda al Norte para asentarse en el Sur”. Es de imaginarse, que si esto pasa con una inglesa que se ha asentado en el Sur, los trabajos producidos en esta área por intelectuales locales para el caso de Bolivia, tienen poca o ninguna relevancia para los/as intelectuales nortecentristas como la misma autora indica “Por experiencia propia en Inglaterra, sé que en el Norte las publicaciones en castellano no tienen valor para los currículos académicos (…) Mientras tanto, quienes escriben en castellano y publican en editoriales nacionales, en pequeños y mal distribuidos tirajes, quedan fuera de competencia” (Spedding, 2006:188-189).  Al respecto, también resulta paradójico que los/las intelectuales del Sur nos basemos primordialmente en trabajos escritos producidos en el Norte reforzando así, nuestra mirada colonial por más que el esfuerzo analítico pretenda demostrar un compromiso reivindicativo con grupos sociales discriminados del Sur. Basta con repasar las referencias bibliográficas de este trabajo.

En este sentido, otro hecho suscitado con la misma docente que refuerza la actitud de ignorar al “otro/a”, al parecer, de forma premeditada ocurrió cuando yo le presenté mi perfil de tesis (con mi nombre) para que me dé sugerencias, entonces me hace la crítica de que mis datos estaban desactualizados, pero al mismo tiempo me sugiere que revise un trabajo de la misma época y directamente relacionado con mi tema, sin embargo lo más chocante fue que yo era co-autora de dicho trabajo. Francamente esto ya cayó en una situación hasta risible.

Así, lo que ellos/as señalan en sus estudios resulta ser el “gran descubrimiento” cuando ellos/as lo dicen, desde donde lo dicen y por qué lo dicen, a pesar de que antes ya lo hayan podido enunciar los/las intelectuales del Sur; como posiblemente sucedió con mi afirmación de que “los indígenas a la larga se occidentalizan” que suscitó el hecho con el antropólogo inglés antes señalado. Esta actitud denota claramente una discriminación de los/las intelectuales del Norte hacia los/las del Sur, basada en la dominación colonial por parte de una nación a otra, que va paralela a la hegemonía del poder en cuanto a la posesión de una determinada formación educativa académica, de un capital cultural y de producción de conocimiento.

En tal sentido, un segundo aspecto a destacar que acontece a veces es la persistente actitud colonial, especialmente de los/las antropólogas[6] del Norte (principalmente ingleses/as) respecto a las poblaciones indígenas del Sur cuando se dirigen a ellas como si estuvieran bajo la mira del microscopio desde la cual se observa su comportamiento[7], pero además refiriéndose a ellas con un aire de superioridad, desde quien “sabe” frente a quien “no sabe” o “no se da cuenta” o en su defecto “se da cuenta”, como parece sugerir la siguiente afirmación: “(…), las líderes indígenas están plenamente conscientes[8] de la política que está en el meollo de su posición como ciudadanas con connotación de género, racial, sexual, es decir, como seres sexuales incrustados en comunidades etnorraciales específicas” (Radcliffe, 2008:128).

4.      A modo de conclusión

Como se ha visto en los ejemplos citados para el espacio de la Academia de Ciencias Sociales, este no es un contexto libre de las relaciones coloniales entre Norte y Sur. En este marco es pertinente hacer referencia a la siguiente cita: “Hoy la diferencia cultural, la multiculturalidad que parece ser un avance, sigue manteniendo relaciones de poder colonialistas. Las y los que se consideran el “otro”, la “otra” se naturaliza, se homogeniza, en función de un modelo modernizador para dar continuidad al control no solo de territorios, sino de saberes, cuerpos, producciones, imaginarios y todo ello basado en una visión patriarcal en donde los saberes de las mujeres son relegados a meros testimonios, no aptos para la producción académica” (Curiel, 2008: 51). Al respecto, si bien el tema de género no se hace muy visible en el trabajo, no se debe olvidar que dentro de todo ese entramado de relaciones de discriminación colonial basado en categorías como nacionalidad, redes de pertenencia y grado académico, las oportunidades y la valoración en cuanto a producción de conocimiento no son las mismas para todas las mujeres académicas. En otras palabras, no es lo mismo ser una académica inglesa que una mexicana, peruana o boliviana, e incluso que una escocesa como se vio anteriormente. En tal sentido, se puede señalar que “La mujer blanca (…), entiende poco o no entiende la supremacía blanca en la política racial del impacto psicológico de clase, de su estatus político con un estado racista, sexista y capitalista” (Hooks, 1984:246. Traducción propia), aunque para puntualizar mejor, en realidad, no se trata sólo de la mujer blanca como superior al resto, sino de un colonialismo a escalas, en el que si bien la mujer blanca se encuentra en la cúspide, el segundo nivel, que puede ser la mestiza se encuentra por sobre la indígena o la negra, sin embargo, por ejemplo, entre las mestizas existen niveles propios, reiterando la supremacía de unas sobre otras.

Empero, el énfasis de la anterior reflexión está en la presencia de las relaciones colonialistas de poder en la actualidad, posiblemente de forma más sutil o directa pero siempre vigentes que, como se vio, no siempre se refieren a las categorías más conocidas como son la raza, el género o la etnicidad, sino, para este caso, de nacionalidad (bajo la jerarquía del Norte sobre el Sur), de producción de saberes, de nivel de grado académico, de formación académica y posesión de capital cultural, y de pertenencia a redes de poder; además, intragenéricas.  De este modo, “La naturaleza deja de ser la base estable sobre la cual se alzan las construcciones culturales, y se convierte en algo también construido, aunque en muchos sentidos siempre ha sido así, aun en Occidente (Wade, 2002. En: Wade, 2008: 55), y más bien yo afirmaría “sobre todo en Occidente”.

Sin el modelo metodológico de la interseccionalidad, esta percepción múltiple no sería posible ni el análisis “fino” de los distintos factores que influyen y se articulan entre sí, produciendo una discriminación en el mejor de los casos, doble y en el peor, múltiple en un mismo contexto.




[1] Me refiero a que, simbólicamente no es lo mismo estudiar en un país del Norte que en uno del Sur o dentro del territorio latinoamericano, por ejemplo para el mundo académico boliviano no tiene el mismo significado simbólico académico estudiar en México que también se encuentra en el Norte, que en Bolivia aunque la formación académica boliviana sea de un alto nivel.
[2] Prefiero denominar así lo que otros/as llaman un proceso de blanqueamiento ya que el hecho de occidentalizarse incluye también a los/las mestizas y los/las criollas, quienes asumen el modelo occidental moderno.

[3] A veces hay que ser ingles/a o gringo/a para afirmar y darle legitimidad a algo, más aún ahora que está de moda reivindicar todo lo indígena y no hablar mal de ello, pero que en un espacio académico considerado de lo más “serio” por ser anglosajón, deja mucho que desear cuando se supone que se debe buscar la objetividad de la situación y no parcializarse con una posición política como sucedió en esta ocasión.

[4] Al respecto, se debe destacar que no sólo conllevan patrones de colonialidad algunos/as intelectuales de una nación más grande como México hacia los/las intelectuales de un país pequeño como Bolivia dentro del mismo contexto latinoamericano, sino que algunos/as de los propios intelectuales bolivianos/as que estudian en otros países, ya sea del Norte o del Sur discriminan a los/las académicas bolivianas que han estudiado en el país de origen, creando las llamadas “roscas” (redes cerradas) que mayormente se manifiestan en el acceso al trabajo, sobre todo, en ámbitos académicos.

[5] Se trata de un bono económico instituido en Bolivia que se otorga a la gente de la tercera edad.

[6] Me imagino que esto se debe a su peculiar formación académica desde tiempos coloniales referido al imaginario de las culturas y pueblos del Sur que se tiene en el Norte, es decir, descubrir sus “raros” comportamientos y su “exotismo” tan extraños para el mundo occidental, repartiéndose las distintas áreas geográficas del sur para su estudio, como si el mundo fuera un pañuelo.

[7] No niego que esta es una tendencia de todos y todas las cientistas sociales, sin embargo creo que en los últimos tiempos, esta manera de relacionarse con el otro/a ha ido adquiriendo un cariz más horizontal, sobre todo en los estudios del Sur o realizados por los propios intelectuales indígenas.

[8] El subrayado es propio.