Quiero agradecer ante todo a
Plural Editores, a Librería Armonía y al ISEAT por haber hecho posible esta
publicación. A Luis Tapia aquí presente por su acertados comentarios, al Jilir
Mallku de Tiwanaku don Braulio, al Consejo de Amawtas, en especial a los
Maestros ya fallecidos, a las autoridades de la Central Agraria y a los
comunarios y comunarias en general de las 23 comunidades de Tiwanaku (quienes
dicho sea de paso no asisten o sólo asisten algunas, a la celebración porque
deben cumplir con las labores domésticas y el trabajo propio de la comunidad),
también les agradezco a ellas. En realidad debo agradecer a muchas personas que
me ayudaron con sus críticas constructivas y aportes. Entre ellas en especial
agradezco por prologar este libro a Silvia Rivera, también a Rossana Barragán,
Humberto Mamani, Alisson Speding, Raúl España y a Fernando Huanacuni y Filomena
Nina por la esmerada traducción del aymara al castellano. A mis ancestros y mi
familia, en especial a mis hijas: Luisa quien antes de marka paru sarje (partir
a su pueblo) me encargo terminarlo lo mejor posible, y también a Violeta quien
me apoyó y trabajo arduamente para hacer posible esta publicación, dotes que yo
no poseo, sólo investigo y escribo.
Entrando al tema, este trabajo constituye el resultado de
una investigación detallada de la celebración,
pero ante todo de la reflexión y debate
acerca de su identidad, que hacen
los comunarios y amawt’as celebrantes
del Año Nuevo Aymara en Tiwanaku cuando se creó el Consejo de Amawt´as,
después de cuestionarse de que quienes propiciaban esta celebración era una
intelectualidad indígena urbana. Entonces la pregunta fue, por que no participan
los comunarios? Asunto que ahora está consolidado desde que son las 23
comunidades quienes prácticamente son dueñas de la celebración.
El concepto de identidad desde el cual se enfoca el
estudio está enmarcado en la corriente sociológica
del interaccionismo simbólico (Goffman, Blummer) que lo concibe como un elemento humano con movilidad y plasticidad que varía de acuerdo a las
distintas interacciones sociales,
por lo que posee un carácter procesual,
de construcción a lo largo de toda la vida, y no estructural y por tanto, no
estática.
La concepción de cultura
que se utiliza viene de la antropología (Geertz),
es decir la cultura concebida como un sistema
simbólico en el que los significados o sentidos de las cosas
son transmitidos históricamente y son encarnados en formas simbólicas en el
imaginario individual y colectivo Por ejemplo el hecho de pijchar coca tiene un
significado: arribar a un buen entendimiento entre quienes dialogan, no es pijchar
así por así. Todo tiene su significado y sobre todo en los rituales y en el
compartir.
Estos sentidos se encuentran inmersos en contextos socio -
culturales estructurados, sin embargo al interior de ellos se dan relaciones asimétricas de poder entre
las personas, entonces existen diferentes mecanismos que funcionan para la producción, transmisión y recepción
de las formas simbólicas, convirtiéndose ciertos sistemas de ideas en
dominantes y otros en subordinados.
En medio de este entramado de ideas, creencias,
convicciones, percepciones que van formando la identidad o el tejido interidentitario de cada persona
y que en realidad constituyen ciertos códigos de expresión de la persona y en
última instancia de expresión del espíritu está obviamente el tema de la espiritualidad, poco trabajada en los
ámbitos de racionalidad occidental académica pero si vivencial en la filosofía
de las culturas ancestrales guiadas por un conocimiento directo, intuitivo, en
otras palabras mágico – religioso no institucionalizado, el mago, en las
palabras de Weber, que posee cada persona pero que muchas veces no estamos
concientes de ello, pues la mente racional obnubila tal conocimiento directo a
la fuente vital. Así la espiritualidad es entendida por Foucault como una
búsqueda de la verdad que ilumina al sujeto y perfecciona el espíritu, y
en mis palabras, el espíritu a través del que habla el Gran Espíritu y
transmite su mensaje a la sociedad.
Es desde esta perspectiva que se aborda el análisis
de la celebración del Año Nuevo Aymara que, en última instancia constituyó un
medio para llegar al pensamiento sincrético o chixi (mestizo) como lo llama
Silvia Rivera, entre sus propias prácticas y creencias y aquellos impuestas por
la colonia española, que poseen los amawtas celebrantes y los mallkus
(denominados los Mayores), así como las bases que viven en la comunidad (estoy
es muy importante) y de aquellos que ya migraron de la comunidad rural a la
ciudad o de aquellos que si pertenecen étnicamente o racialmente a las culturas
andinas, en este caso a la aymara y retornan temporalmente a la comunidad pero ya imbuidos en lo simbólico de
otros sentidos y significados culturales, que en este caso tienen que ver con
lo malo de la modernidad occidental (individualismo, protagonismo,
personalismo, constante competencia, uso de micro poder, etc., etc.).
Con esto no quiero idealizar a la comunidad rural ni
a los comunarios, pues la comunidad no es ninguna taza de leche, ni tampoco
decir que al interior de ella perviven valores puristas o ideales como muchas
veces pretenden hacer ver los discursos ideológicos indianistas o indigenistas.
Para nada, pero lo que en este trabajo se quiere incidir es en los códigos éticos y morales que hacen al ethos
comunal, rescatados desde los conocimientos, hoy por hoy denominados
“saberes” por no considerarlos a la altura del conocimiento académico que en
realidad, desde mi punto de vista se raya en la ignorancia en la que nos ha
sumido la modernidad occidental. Quienes son principalmente portadores de estos
conocimientos o mejor dicho, sabiduría? En general los Mayores, quienes han
recorrido el thaqui, el camino de la vida, que han sufrido, se han alegrado, en
resumen han vivido; y en especial los yatiris de la comunidad o llamados
Maestros o Masrus (de acuerdo a Tomas Huanca) que muchas veces para acceder al
conocimiento pasan por muchos sufrimientos. Los Maestros de la claridad como se
llaman entre ellos, quienes han sido iniciados mediante ciertas señales de la
naturaleza. Ellos son quienes marcan o señalan el camino de la comunidad,
orientan a las autoridades y a la comunidad en general.
Por otro lado están quienes siendo originarios de las
comunidades de Twanaku vuelven temporalmente a la comunidad, o siendo
forasteros (aymaras y quechuas de otras regiones y mestizos como los de las
ONGs que propiciaron este evento: CTP (católicos), CEPITA (evangélicos), así
como el actual UDAM (ex UNAAR) dependiente del Estado y otros considerados una
intelectualidad aymara, hoy por hoy, citadina, esto lo digo sin el afán de caer
en generalizaciones. Todos ellos van e instruyen y hasta imponen un discurso
dominante de lo que ayer se consideraba el katarismo, hoy indianista, rescate
de las culturas originarias, retorno del Pachacuti, hoy, descolonización, vivir
bien, y por su lado los grupos mestizos con corrientes místicas esotéricas, de
la nueva era, etc., bueno…. Un discurso diz que de recuperación pero que se
queda en las palabras ya que se vuelve a caer en la imposición y hasta en la
discriminación del sincretismo que vive el comunario. Yo me pregunto, acaso
esto no es colonialismo? Yo lo llamo neocolonialismo
por qué cuando se ha visto que se quiera imponer
un discurso supuestamente de descolonización? Y que además en la práctica,
muchas veces se busca, no de todos, protagonismo, intereses personales, acceso
al poder, etc., en detrimento de sus propios “hermanos” (por si acaso hermanos
pongo entre comillas). Ustedes dirán pero ella es mestiza, o dirán es de la derecha
con que derecho puedo decir esto? Yo les digo el testimonio es el que manda que
por cierto, en el libro está en aymara y en castellano, de los propios comunarios.
Pueden haber muchas interpretaciones pero creo que las críticas que hacen los
maestros mayores tocados por el rayo en algún momento de la vida nos llegan a
todos y a todas, seamos, indígenas, mestizos, criollos o bolivianos…., de
izquierda o de derecha, pues es un tema de identidad y de accionar, no? Todos
podemos ser q´aras en algún momento de la vida, como decía don Policarpio
Flores uno de los Mayores, quién es el q´ara? Es muy simple decir, es el blanco,
no pues, en realidad es el abusador, quien vive del otro, por ejemplo un marido
golpeador es q´ara,
Lo que importa es darse cuenta y cambiar de actitud,
retornar a la comunidad (según Anderson la comunidad imaginada) sea rural o
urbana (no es necesario irse a vivir a la comunidad rural, la comunidad es el
barrio, la institución donde se trabaja, el partido político, la institución
religiosa, etc.,), toda sociedad tiene el deber de actuar como comunidad.
Pensar, respetar y ponerse en los zapatos del otro, de la otra, seamos
indígenas, mestizos o criollos, etc. porque al acceder a la modernidad
occidental nadie está libre de empaparse de los valores competitivos,
individualistas, personalistas, formación de élites, rosquitas etc. Por eso es
que la identidad es procesual y no estructural, en todo caso si es estructural
se queda en la dimensión afectiva: me siento aymara pero ya no vivo en
comunidad, característica de las culturas llamadas originarias tal vez hoy para
bailar en el gran poder u otras fiestas pero en la cotidianidad?? Bueno, no me
quiero extender.
Pero ante tanta tensión y problemática que se crea en las
comunidades de Tiwanaku para políticamente parecer lo más originarios posibles
en la celebración del Año Nuevo Aymara, los Mayores aparentemente ceden ante
los Menores autoritarios y deciden reconocerse, no como aymaras sino como
tiwanakeños en aras de la unidad y la obediencia que se tiene al Central o
Jilir Mallku y a la comunidad misma, sus palabras son las siguientes: Así nos
saquemos la mugre en casa entre nosotros, nos tenemos que mostrar unidos hacia
fuera, y como la comunidad vive también en un contexto moderno beneficiarse por
lo menos de los aportes económicos que se puedan obtener por la celebración.
Pero como dice en el prologo Silvia Rivera, “el daño al
ethos comunal ya está hecho y los Mayores no dijeron nada hasta hoy, y yo digo
tal vez imbuida por la actitud y palabras de los Mayores: tarde o temprano el
malo caerá por su propio peso, esto lo sabe el Gran Espíritu, los Achachilas,
Dios, etc., en resumen las fuerzas superiores del Alajpacha. Y como tal sucedió
con Valentín Mejillones (el principal protagonista de los Menores) llamado el
narcoamawta que hoy por hoy está en la cárcel. Por todo ello, como a los
Mayores no les interesa el protagonismo (por eso la asignación de autoridades
es rotativa) y los amawtas ya se dijo que son seres especiales (tocados por el
rayo u otras características), su afán no es promocionarse ni nada por el
estilo sino servir a los demás: recordemos las palabras de don Policarpio: un
amawta no debe promocionarse, decir yo te lo leeré en coca, de lo contrario son
pajpakus nomás, lo mismo sucede con los políticos e intelectuales (basta
observar la situación de diálogo de sordos por la que está atravesando el país
en esta coyuntura), nos convertimos en pajpakus (habladores) sino actuamos con
buen corazón, título de este libro ya que el mensaje de los Mayores y en
especial de los yatiris o Maestros de la Claridad se sintetiza en eso: caminar
con buen corazón (ser humilde pero firme y consecuente con uno mismo y con el grupo) en pos de la unidad y el
respeto entre todos y todas, idea que en síntesis toda sociedad, ya sea rural o
urbana, debería recuperar en última instancia, para transitar juntos/as el
camino (o thaqui) de la vida y practicar el ayni (la ayuda mutua) que todos
necesitamos, ya lo decía don Policarpio, amawta de Tiwanaku ya fallecido: Todos nos debemos a todos, nadie es por
si mismo, sino por el otro, esa es la identidad, no? reconocerse en (Cirese).
De lo contrario, en palabras de ellos “sólo nos hacemos doler el corazón” que
si es grave para el otro pero sobre todo para uno o una misma porque tuvo la
oportunidad de actuar bien y no lo hizo.
Eso es lo que puedo decir que aprendí, no seamos los nuevos
q aras de esta sociedad y no digamos soy o estoy en pos del rescate de lo
originario si no realizo un cambio en el corazón individualista, que sobre todo
me creó la modernidad individual. Sirvámonos de la modernidad y que ella no se
sirva de nosotros, y si todo ello no es rescate de lo originario, recuperemos,
resignifiquemos y reinventemos lo nuevo, el nuevo thaqui.
Eso todo lo que puedo decir en esta ocasión…..
MUCHAS GRACIAS A TODOS USTEDES POR SU PRESENCIA