Artículo publicado en: Página Siete. Rev. Miradas. Sec. EL MEJOR VIAJE
DE MI VIDA
Domingo 4 de agosto de 2013
San Pedro de
Buena Vista
Norte de Potosí
skyscraperlife.com
De un momento a otro me invitaron a
escribir sobre el mejor viaje de mi vida. Al principio pensé en relatar un
viaje especial de recreación y conocimiento de otras culturas que hice, pero
luego recordé un viaje muy importante para mí porque me permitió encontrar el
otro referente de mi identidad.
Mis padres se divorciaron antes de
que yo naciera y prácticamente me crié con mis abuelos maternos ya que mi madre
se fue tras el “sueño americano”, y mi
padre permaneció en la sombra durante muchos años. Yo me miraba al espejo y no
me parecía ni a mi madre ni a mis abuelos, ellos eran blancos y yo morena, y no
sólo eso, en mi infancia, cuando les hacía renegar, el peor insulto que recibía
era “Tienes un carácter terrible, igual a tu papá”, y yo decía ¿quién será mi
papá?, ¿un demonio?
Un día, cuando tenía 6 años mi papi
se apareció en el colegio y le dejaron verme, algo que había sido prohibido en
el colegio por mis abuelos. Hasta ahora recuerdo como temblaba y sinceramente
creí que era un demonio, más porque estaba vestido de negro, pero claro, lo vi
y me reconocí físicamente, ambos teníamos el cabello muy crespo, éramos morenos
y teníamos la misma mirada. Él trataba de acercarse a mí pero yo, paralizada,
no lo dejaba por lo que me decían de él, pues yo no quería parecerme a mi
padre.
Pasó el tiempo y mi padre permaneció
en el olvido y yo trataba de parecerme a mi familia materna pero esto no
sucedía ni en pensamiento. Ya, adolescente y adulta me encontré un par de veces
con él pero no lográbamos comunicarnos ya que él, resentido con mi abuelo
materno lo único que hacía era hablarme mal de él, y esto yo no lo podía permitir
puesto que había sido mi único referente paterno y masculino en mi vida, así
que una vez más lo alejé de mi vida.
Pero también notaba que nos parecíamos mucho en el carácter, con eso
peor, yo me sentía miserable, no sólo por ello sino porque ni físicamente ni en
ideas encontraba eco en mi familia materna que se consideraba de clase media
alta.
Ustedes dirán qué rato llega el
viaje, bueno, mi padre enfermó gravemente y como yo consideraba que no teníamos
lazos que nos unieran no lo fui a ver a pesar de que en dos ocasiones mis
hermanos por línea paterna me buscaron, compartimos pero consideré que no teníamos
ideas en común, eran de derecha, pro imperialistas y lo que es peor, machistas.
Para esa época yo ya era socióloga, de izquierda y encantada con los llamados
“indios” de quienes recibí mucho cariño en mi infancia, y no sentía ninguna
identificación con ninguna familia.
Cuando mi padre ya estaba agonizando
me volvieron a llamar, fui a verlo y ahí solamente atiné a decirle que me
perdonara (no sabía muy bien por qué) y que yo también lo perdonaba (tampoco
sabía exactamente de qué, posiblemente de su abandono pero también de que, en
su dolor tratara de invalorar la figura de mi abuelo). Falleció y fui sola al entierro,
tampoco quería saber nada de mis medios hermanos, sin embargo por las palabras
que dirigió mi hermano en homenaje a mi padre recién me enteré que él había
sido de una familia humilde y que nació en el Norte de Potosí, en San Pedro de
Buena Vista. Que salió a muy temprana edad y con mucho esfuerzo se hizo
ingeniero agrónomo (cosa que yo sabía) obteniendo becas en el exterior, pero lo
más sorprendente fue escuchar contar como nuestro padre había ayudado a muchos
comunarios y que siempre fue solidario con la gente pobre, especialmente, campesina.
Al escuchar lloré tanto porque recién
descubría por qué tenía ese sentimiento tan fuerte hacia los indígenas. Agradecí
por ser su hija y recién ahí empezó nuestra relación, antes, sus rencores por
mi familia materna impidieron tener esta comunicación. El día que presenté mi
primera publicación, al salir del evento me comunicaron que había fallecido,
esto lo consideré como el mejor regalo que me dejó: el ojo crítico y la
persistencia.
Fui hasta San Pedro de Buena vista,
por un camino de terror, un paisaje hermoso de valle que subía y bajaba y
volvía a subir, llegué muerta de miedo pero nuevamente lloré al conocer la casa
en la que había vivido y al escuchar que los sanpedreños como muchos pueblos
del Norte de Potosí se caracterizaban por ser muy guerreros. No saben el alivio
que sentí después de encontrarme con este referente identitario que me faltó
casi mitad de mi vida, yo pertenecía allí, y de ahí mi carácter “terrible” ¿por
qué? Porque yo era guerrera pero mujer. Hoy por hoy me considero mestiza
guerrera de sangre quechua, de corazón aymara y feminista, reivindicando
también a mi madre quien no soportó el machismo típico de los pueblos andinos.
Pelea de Toros
San Pedro de
Buena Vista
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